11/15/2009

El 15 de Noviembre de 1922 y el papel de los anarquistas en el seno de la clase obrera ecuatoriana

Reproducimos el siguiente escrito, logrado por unos de los militantes de nuestra Organización, en él, se podrá mirar con justeza el papel de los anarquistas en esta jornada de lucha, a la cual se debe en su color, el negro y rojo, el color del Sindicalismo Revolucionario, el color del Partido y de la Vanguardia de los anarquistas guayaquileños a inicios del pasado siglo.

El honor y la gloria de estos titanes, el hecho de haber sido su alma agitadora, nada ni nadie podrá negarlo. Por ello, y por convicción, recordar esta fecha con el corazón en el pueblo y la mano en la piedra, es menester de todos quienes luchamos por el comunismo anarquista.

El escrito, por ser grande se adjunta en este mensaje, por ello tan solo hemos reproducido su introducción.

¡Venceremos!

El 15 de Noviembre de 1922 y el papel de los anarquistas en el interior de la clase trabajadora ecuatoriana.

Pero el 15 de Noviembre; hizo el milagro de apartar las clases. (…) El PUEBLO

miró en aquellos convulsos momentos, quienes eran los que le disparaban

ocultos desde sus ventanas, y de que clase social eran las manos

blancas que aplaudieron a la soldadesca sanguinaria que

cantando aires marciales desfilaron a lo largo de la

siempre ensangrentada AVENINDA

NUEVE DE OCTUBRE.

José Alejo Capelo Cabello.

Introducción.

Este fatídico día, escrito con sangre y lágrimas del pueblo trabajador ecuatoriano, poco a poco ha sido olvidado, depositándose en lo más oscuro de la historia de este país, y en muchos casos, en donde se lo ha querido contar se ha caído en la vanidad, la cobardía, la negligencia, al no explicar su origen, su bandera, y su tendencia. Tendencia cuyo nombre hasta el día de hoy es repudiada tanto por los historiadores burgueses, así como por los más “izquierdosos”.

Menester de la gloria eterna que se merecen estos trabajadores desconocidos, cuya bandera fue la negra y roja, es la razón del presente ensayo. El mismo que, tratará de explicar la combativa jornada de Noviembre, desde la perspectiva de los revolucionarios anarquistas, y, específicamente desde la línea teórica e ideológica que el militante anarquista ecuatoriano, a inicios del pasado siglo usó como bandera de combate e ideas, las mismas que lo llevarían a protagonizar como Vanguardia este hecho crucial de nuestra historia.

De aquellos valiosos hombres y mujeres no quedan más que cenizas, de aquella historia llena de orgullo y desprecio hacia los burgueses, queda el odio, el resentimiento, la pasión y la entrega a la idea más santa que el mundo ha podido conocer. Y es que, justamente al escribir sobre esta idea santa; quien lo hace, no debe caer en aquellas formas asquerosas que siempre hemos criticado los anarquistas revolucionarios. Contar la historia de los héroes del proletariado ecuatoriano, requiere que se sea correcto en ello.

Sin lugar a duda, la historia de vida de nuestros camaradas llenan de orgullo el pecho de las jóvenes generaciones que ascienden gallardamente por la empinada cuesta de la lucha proletaria, pero así también, como estos héroes nos llenan de orgullo, debemos pensar y mirar fijamente hasta donde el orgullo nos debe satisfacer, y con la misma ternura que se acaricia el cabello de una mujer, se debe tener la fuerza para degollar a la bestia, es decir, reconocer los errores de nuestros camaradas, y más que reconocerlos, criticarlos –desde su contexto obviamente-, tomarlos en cuenta como lecciones de oro para la actualidad.

El 15 de Noviembre de 1922, fueron asesinadas cerca de 1000 personas en la ciudad de Guayaquil por exigir sus derechos, por luchar por una vida digna. Sus cadáveres llenos de plomo fueron enterrados en fosas comunes, las cuales hasta el día de hoy no han sido encontradas, y sin encontrar satisfacción en aquello, los hijos de Marte abrieron sus vientres para que no flotasen al ser lanzados al río Guayas.

El 15 de Noviembre de 1922, la bandera negra y roja flameó por lo alto, escupió en la cara a la clase que la despreciaba, combatió con uñas y dientes, se armó de valor, sus fusiles fueron sus periódicos, sus balas las letras que temerariamente apuntaban al poder burgués.

El 15 de Noviembre de 1922, la bandera negra y roja, fue la madre santa que cubrió los bellos cadáveres de aquellos proletarios, hombres, mujeres, niños, ancianos.

El 15 de Noviembre de 1922, esa misma bandera se prometió volver a flamear como aquel día a las 3 de la tarde, solo que la próxima ocasión, esta bandera y estos colores, brillarán sobre las cenizas y los cadáveres de la sociedad burguesa. Y esa promesa, por esa sangre, por esas lágrimas, por ese titánico esfuerzo, aún encuentra eco en los valerosos corazones de los jóvenes revolucionarios anarquistas.


¡La mejor forma de recordar esta fecha es luchando y agitando nuestra doctrina en el pueblo!


¡Que nuestras banderas negras y rojas flameen una vez más dentro de la clase trabajadora!


¡Honor y gloria al 15 de Noviembre de 1922!


¡Honor y gloria a los anarquistas porteños!




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